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Thursday, October 17, 2013

la proxima lectura...preparense para el 22 de octubre


 

Ana María Matute
Había un niño que no sabía jugar. La madre le miraba desde la ventana ir y venir por los caminillos de tierra con las manos quietas, como caídas a los dos lados del cuerpo. Al niño, los juguetes de colores chillones, la pelota, tan redonda, y los camiones, con sus ruedecillas, no le gustaban. Los miraba, los tocaba, y luego se iba al jardín, a la tierra sin techo, con sus manitas, pálidas y no muy limpias, pendientes junto al cuerpo como dos extrañas campanillas mudas. La madre miraba inquieta al niño, que iba y venía con una sombra entre los ojos. «Si al niño le gustara jugar yo no tendría frío mirándole ir y venir». Pero el padre decía, con alegría: «No sabe jugar, no es un niño corriente. Es un niño que piensa».

Un día la madre se abrigó y siguió al niño, bajo la lluvia, escondiéndose entre los árboles. Cuando el niño llegó al borde del estanque, se agachó, buscó grillitos, gusanos, crías de rana y lombrices. Iba metiéndolos en una caja. Luego, se sentó en el suelo, y uno a uno los sacaba. Con sus uñitas sucias, casi negras, hacía un leve ruidito, ¡crac!, y les segaba la cabeza.


Polvo de carbón
Ana María Matute

La niña de la carbonería tenia polvo negro en la frente, en las manos y dentro de la boca. Sacaba la lengua al trozo de espejo que colgó en el pestillo de la ventana, se miraba el paladar, y le parecía una capillita ahumada. La niña de la carbonería abría el grifo que siempre tintineaba, aunque estuviera cerrado, con un perlita tenue. El agua salía fuerte, como chascada en mil cristales contra la pila de piedra. La niña de la carbonería abría el grifo de agua los días que entraba el sol, para que el agua brillara, para que el agua se triplicase en la piedra y en el trocito de espejo. Una noche, la niña de la carbonería despertó porque oyó a la luna rozando la ventana. Saltó precipitadamente del colchón y fue a la pila donde a menudo se reflejaban las cras negras de los carboneros. Todo el cielo y toda la tierra estaban llenos, embadurnados del polvo negro que se filtra por debajo de las puertas, por los resquicios de las ventanas, mata a los pájaros y entra en las bocas tontas que se abren como capillitas ahumadas. La niña de la carbonería miró a la luna con gran envidia. <<Si yo pudiera meter las manos en la luna>>, pensó. <<Si yo pudiera lavarme la cara con la luna , y los dientes y los ojos>>. La niña abrió el grifo y, a medida que el agua subía, la luna bajaba, bajaba, hasta chapuzarse dentro. Entonces la niña la imitó. Estrechamente abrazada a la luna, la madrugada vio a la niña en el fondo de la tina.


Mar
Ana María Matute

Pobre niño. Tenía las orejas muy grandes, y cuando se ponía de espaldas a la ventana, se volvían encarnadas. Pobre niño, estaba doblando, amarillo. Vino el hombre que curaba, detrás de sus gafas. <<El mar-dijo----; el mar, el mar>>.  Todo el mundo empezó a hacer maletas y hablar del mar.  Tenían una prisa muy grande.  El niño se figuró que el mar era como estar dentro de una caracola grandísima, llena de rumores, cánticos, voces que gritaban muy lejos, con un largo eco.  Creía que el mara era alto y verde. 
       Pero cuando llegó al mar se quedó pared. Su piel, ¡qué extraña era allí!---Madre---dijo, porque sentía vergüenza---, quiero ver hasta dónde me llega el mar.
       Él, que creyó al mar alto y verde, lo veía blanco, como el borde de la  cerveza, cosquilleándole, frío, la punta de los pies.
       ---¡Voy a ver hasta donde me llega el mar!---Y anduvo, anduvo, anduvo. El mar, ¡qué cosa rara!, crecía , se volvía azul, violeta.  Le llegó a las roillas. Luego, a la cintura, al pecho, a los labios, a los ojos. Entonces, le entró en las orejas el eco largo, las voces que llaman lejos.  Y en los ojos, todo el color.  ¡Ah, si, por fin, el mar era verdad!  Era una grade, inmensa caracola.  El mar, verdaderamente, era alto y verde.
       Pero los de la orilla no entendían nada de nada. Encima, se ponían a llorar a gritos, y decía: <<!Que desgracia! ¡Señor que gran desgracia!>>.


Preguntas para seguir la comprensión. Prepárate  las siguientes preguntas para participar en una charla. 

1.    Según las lecturas, ¿Qué significa exactamente la tontería? Usa ejemplos concretos de las fuentes para corroborar tus conclusiones.
2.   ¿Crees que los padres tiene un papel en como sus hijos terminaron en los cuentos? Explica.
3.   Comenta sobre el ambiente de las fuentes.  ¿Cómo te imaginas donde se localizan los personajes? ¿Cuál información se puede inferir de las referencias a la naturaleza?
4.   Propón otro titulo de los cuentos y explica tus razones con una lógica muy clara basada en lo que sucede en la trama.
5.   ¿Puedes relacionarte con cualquier aspecto de los cuentos? Explica.  
6.   Comparar y contrasta la niña de Polvo de Carbón con la niña de Nina Perversa.  ¿Cómo se comparan? ¿Cómo se diferencian?  Explica tus conclusiones. 

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